
Ojito al parche amiguitos. Este lugar es un clásico atemporal gallego, por el que no parece pasar el tiempo. estamos ante uno de esos lugares por los que Galiza alcanzó esa fama de bueno, bonito, barato y MUCHO. esperemos no se pierda.
confieso esta vez que no fue lugar de paso, sino destino para comer y celebrar a gusto tras popular presentación literaria. los manjares empezaron a aparecer por la mesa como por arte de magia. qué maravilla, qué presencias, qué olores y sabores, qué delicados guisos y pescados…ay omá que rico.

de primero / aperitivo apareció el mítico pastel de cabracho con salsa. del cual no guardo documento gráfico. no, porque nos abalanzamos a él con hambruna. y más cuando comprobamos su exquisito bouquet.
la cazuela de almejas en su salsa, correcta. hay que confesar que mucha salsa (sabrosa) para disimular que no eran muy frescas.
otra cazuela de gambas con setas al ajilio. además de DELICIOSÍSIMO Y TIERNO PULPO. asunto muy serio éste. ojo a la combinación ganadora de sabores. extremadamente sabroso y juguetón.

pedimos croquetas, que por una vez en la vida eran de marisco. tonterías fuera. volaron, ohoh.
el variado de pescado es un pecado mortal. con su centro de gambas y grelos para acompañar. tenía en su diámetro exterior una ingente cantidad de pescados varios. a saber: merluza tan rica como para que repita uno al que no le va en demasía, dos: sus langostinos chupócteros (de los de rechupar para sacarle bien de sabol), y tres: su rape en su punto con su calidad técnica individual. me dejo un par de piezas del rey del mar: rodaballo. no le tengo cogido yo el gusto. llámame loco. ponle un fondito de patata cocida y salsa para acompañar y a darle duro. mimá.
en resumidas cuentas un lugar muy recomendable, a cualquier hora del día y de la semana. siempre empatas o ganas. nunca pierdes. y de los que dejan las botellitas de orujos y licores varios para la afición: crema, hierbas y café. oh yeah.

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